martes, 30 de septiembre de 2014

Gratiniano Vásquez Rodríguez

De Carapita a Mamera haciendo la Obra de Dios

El 10 de septiembre del 2006 llegó a Carapita Gratiniano Vásquez Rodríguez-el Hermano Grato-, un baluarte de la Obra de Dios, incansable anciano y conservador de la Sana Doctrina. Sin casa pastoral, ni templo para hacer los cultos, empezó su titánica labor en la Obra “Luz del Mundo” Misión Caracas 7 ubicada en el sector “Las Delicias” de Carapita, en la Parroquia Antímano del Municipio Libertador. A esta zona de alto riesgo de la Caracas profunda llegó el pastor de 64 años a restaurar la Obra. Con su corazón de pastor pudo soportar desde el frio de “Las Delicias” hasta el hundimiento del pequeño templo restaurado por él mismo. Diariamente tenía que montarse rápida y violentamente en un Jeep de pasajeros para entrar y salir de “Las Delicias”. Por los empinados callejones del barrio salía todas las tardes a llevar el evangelio de Jesucristo. Casi todas las noches, mientras predicaba la Palabra de Dios se oía a lo lejos y, a veces muy cerca, el sonido turbulento de las balas de Carapita. La situación más difícil que vivió el hermano Grato y la Misión Caracas 7 fue durante los dos últimos meses del 2010, cuando las lluvias azotaron gran parte del país dejando 38 muertos y 130.000 damnificados. El templo se hundió y la mayoría de los miembros de la iglesia fueron trasladados a los distintos refugios en Caracas, quedando el pastor anciano sin ovejas en la congregación. Es que desde hace varios años Carapita ha presentado una amenaza geológica, a tal punto, que el cerro cambia constantemente las coordenadas. Lo que hoy es horizontal mañana podría amanecer inclinado o vertical. Cuenta el hermano Grato que una noche de diciembre del 2010 mientras dormía sintió cómo el local se empezó a hundir y quedó en posición vertical. Nuevamente queda sin templo y sin dónde vivir. Le tocó hacer los cultos en los refugios donde estaban los hermanos de la iglesia, pero al poco tiempo se lo prohibieron las autoridades. En vista de eso se fue a hacer los cultos en el Parque Zoológico Caricuao y también se lo prohibieron. En el Parque del Este, hoy Parque “Generalísimo Francisco de Miranda”, llegó a hacer la Escuela Bíblica Dominical. Luego, un hermano le prestó una casa en Mamera y, con 68 años, seguía adelante de Carapita a Mamera haciendo la Obra de Dios. Empezó a hacer los cultos en Brisas de Arismendi y todas las noches subía una escalera larguísima, como de 200 metros. Llegaba al lugar de los cultos con el corazón en la mano. En el 2012 compró un terreno en “Brisas de Arismendi” Sector Mamera 4 y poco a poco, con algunos hermanos de la misión, fue construyendo la casa pastoral. En octubre del 2013 el hermano Grato empezó a sufrir graves problemas de Salud y el 26 de abril del 2014 se vio en la obligación de dejar la Iglesia. Su amor por las almas le mantiene en pie, a sus 72 años, como Evangelista Nacional de la Obra “Luz del Mundo”. Hoy el hermano Grato aconseja a los pastores jóvenes a mantener la obediencia, santidad y perseverancia, porque “el que persevera alcanza”. Para él lo más importante de su labor pastoral fue haber dejado un fundamento en la Misión Caracas 7 y la casa pastoral, donde puede vivir un pastor con sus hijos y su esposa. Su ejemplar trabajo está en la memoria de quienes compartimos con él en Carapita y Mamera y será de ánimo a la generación de relevo en el servicio pastoral. Este abnegado pastor anciano nació el 22 de julio de 1942 en Purificación, a la orilla del Río Magdalena, en el Departamento colombiano de Tolima. Llegó a Venezuela en 1964 y recibió al Señor Jesucristo en su corazón el 14 de enero de 1996 en Maracay Estado Aragua. Dios trató con él por medio de un tratado que le entregó una viejita en la terminal de pasajeros de la capital aragüeña. Desde entonces, empezó a servirle al Señor en la Obra “Luz del Mundo”. Sus primeros pasos como misionero los vivió en la Misión Acarigua 1. Fue Jefe de Obreros y Pastor Adjunto en la Misión Caracas 3 y en la Misión Maracaibo 2. Dejó a Maracaibo y se fue a restaurar la Obra “Luz del Mundo” Misión Caracas 7 en Carapita.

lunes, 28 de abril de 2014

Los evangélicos llegaron a Yaracuy hace más de un siglo

Tengo en mis manos la novela “Rastro en el Alba”. La conocí el 26 de marzo de 2012. Ese día, a doscientos años del terremoto que dejó en ruinas a la ciudad colonial de San Felipe, oí hablar de ella por primera vez. Me la presentó un buen maestro, un conocedor de las memorias de mi pueblo. Es una obra literaria que rememora la infancia de muchísimos sanfelipeños. En sus primeras páginas encontré no solo algunas travesuras de Manuel Vicente Tinoco en las ruinas del viejo San Felipe y en los pozos del río Yurubí, sino también un testimonio curioso, pues Tinoco disfrutaba junto a la “chiquillería” -como él mismo lo afirma en el párrafo 3 de la página 10 de su novela editada en 1953- de una carpa levantada por unos pastores evangélicos, a manera de capilla, en un solar del pueblo.

La lectura me interesó mucho más y seguí leyendo: “Acudían a las extrañas ceremonias muchas personas mayores, gente del campo casi toda, pero el grueso de la concurrencia era la chiquillería. Los pastores protestantes daban, de vez en cuando, grandes comilonas, con ocasión de bautizar a los nuevos creyentes, a quienes sumergían en una pileta vestidos con largas batolas blancas. Desde entonces la gente de mi pueblo llama ´carpistas´ a los protestantes”.

Con “Rastro en el Alba” vuelvo a pasar por el corazón y me reencuentro con la infancia. Todos los domingos asistíamos en familia a la Escuela Bíblica Dominical, que se hacía en casa de la familia Leal, ubicada en la calle 12 entre las avenidas 15 y 16. Era una casa vieja de anchas paredes de barro, como algunas que todavía quedan en San Felipe y en Guama.

Una vez más Tinoco me sorprende. Esta vez con los “carpistas” de San Felipe. Para unos somos “los hermanos”, para otros “los evangélicos”, pero históricamente la gente del pueblo llamó “carpistas” a los evangélicos.

Quien también me sorprendió con el tema fue el poeta José Parra. En el libro “Una Zona en el Tiempo” escribió la crónica titulada “Capillas Evangélicas”. Allí señala que en 1930 los protestantes iniciaron sus prédicas evangélicas en una carpa que levantaron en el barrio La Peñita de Chivacoa, en terreno correspondiente a una casa de Nicanor Pérez. Por eso la gente del pueblo los llamaba “carpos”.

En San Felipe los “carpistas” y en Chivacoa los “carpos”. Estos términos históricos avivaron el inicio de mi interesada búsqueda. Seguí investigando y me encontré con una auténtica joya, "Una Obra Silenciosa", escrita por el australiano Neal R. Thomson. Sus páginas contienen casi cien años de historia de la obra en Venezuela de los hermanos que se congregan sencillamente en el Nombre del Señor.

Vayamos a tiempos más lejanos. En "Una Obra Silenciosa" Thomson habla de la llegada del evangelio a Yaracuy en febrero de 1898 cuando el irlandés Don Juan Mitchell recorrió en mula los cerros de Bejuma, Miranda y Nirgua repartiendo literatura evangélica en el camino. Agrega que de ahí Mitchell se fue a Barquisimeto y llegó hasta Quibor y El Tocuyo, se regresó a Barquisimeto y pasó por San Felipe, Palmasola y Tucacas. Luego volvió a Barquisimeto en junio 1899 y predicó en una casa. En ese tiempo también pasó por Aroa. El 15 de noviembre de 1911 salieron de Valencia a caballo Don Jaime Brown y Sr. Lewis S. Dart -Don Luis- y cruzaron los cerros hasta Bejuma, Montalbán, Miranda y Salom repartiendo tratados y porciones casa por casa. Desde allí gastaron tres días de camino hasta San Felipe.

En 1913 Don Guillermo Williams y Don Jorge Johnston pasaron a caballo por Yaracuy (Yaritagua, Urachiche, Chivacoa, San Felipe y Nirgua). El 04 de febrero de 1919 levantaron una carpa lista para los cultos en un solar de una casa en San Felipe en medio de una fuerte oposición del cura del pueblo, quien esa misma tarde se apresuró a repartir carteles impresos en los que llamó a los visitantes “hipócritas, mentirosos y apóstoles del error”. Tal situación fue soportada por los misioneros evangélicos, y el 10 de octubre de 1920 formaron la primera asamblea de los hermanos congregados en el Nombre del Señor en el Local Evangélico ubicado en la calle 13, esquina de la 6ta avenida de San Felipe.

La referida crónica de José Parra, “Capillas Evangélicas”, recuerda que en 1935 se fundó la Iglesia “Gethsemaní” en Chivacoa, cambiada después a nuevo y espacioso local construido expresamente para ese culto e inaugurado en 1976. Actualmente se encuentra ubicada en la Avenida 9, entre calles 9 y 10.

En 1955 fue fundada la "Iglesia Evangélica Peniel", por Roberto González y Juana de González, en la 4ta avenida entre calles 22 y 23 de San Felipe; cambiada en el 2008 a Asociación Civil "Centro de Orientación Cristiano Internacional Peniel". Luego, en 1964 se hace una campaña evangélica en la Plaza Bolívar de Nirgua y se funda la Iglesia “El Buen Samaritano”, donde dejaron encargado al pastor Humberto Manuel Ramírez. Y, el 29 de mayo de 1976 es constituida la Primera Iglesia Bautista de Yaracuy, ubicada en la 3 avenida entre 33 y 34 Independencia Estado Yaracuy.

En 1975 llega por primera vez a Yaracuy el capitán Jaime Banks Puertas y establece la Obra Evangélica “Luz del Mundo” Misión Chivacoa I, cuyo templo está ubicado en la calle 6, entre Avenidas 11 y 12. Cuatro años más tarde, en tiempos de las tradicionales ferias de mayo y grandes aguaceros, el hermano Puertas llega a San Felipe y el 20 de mayo de 1979 deja establecida la Obra Evangélica “Luz del Mundo” Misión San Felipe I en una campaña denominada “Cristo Sana”, realizada a la sombra de un frondoso caracaro en la calle 11 entre las avenidas 14 y 15 de San Felipe. Esta iglesia está ubicada actualmente en el barrio Las Madres frente a la Cancha detrás del Polideportivo Florentino Oropeza.

El canto presuroso del gallo aligera la escritura cronológica. Sigo en la silenciosa búsqueda mientras mis ojos se deleitan en el rocío de la mañana. Esta rayando el alba y el cronista registra en la memoria que los evangélicos llegaron a Yaracuy hace más de un siglo.

miércoles, 23 de abril de 2014

La Avenida Yaracuy de San Felipe

Sigo a la infancia por las angostas calles de San Felipe. Subiendo por la Avenida La Patria voy tarareando la más hermosa creación musical yaracuyana. Frente al Liceo Arístides Rojas veo las instantáneas del recuerdo: muy de mañana salía de la casa y bajaba caminado por el Callejón La Mosca hacia el Liceo, los juegos de fútbol sala en el gimnasio cubierto, los ensayos de teatro para el festival Larista y las lecturas de la novela “Robinson Crusoe” de Daniel Defoe. Al final de La Patria llego a la Plaza Manuel Rodríguez Cárdenas y, de allí, paso a la Plaza Rafael Andrade. En estos lugares se conjugan la sensibilidad por el pueblo pequeño y la grandeza del insigne compositor sanfelipeño.

Desde la redoma donde está la letra del hermoso vals, “Morir es Nacer”, se exhibe la majestuosa Avenida Yaracuy engalanando a la ciudad hasta la Redoma del Indio, esculpido por Alejandro Colina, ubicada al norte de San Felipe. Es la Avenida más atractiva de Yaracuy. Es sublime caminar a la sombra de sus árboles de Redoma a Redoma. En “La Memoria del General Galavís” está grababa la grandiosa Avenida. Cuenta Nicolás Perazzo, que en el gobierno de Félix Galavís, se desarrollaron nuevos contornos urbanísticos. Además de arreglar las viejas calles de San Felipe, se trazó “una Avenida, amplia y arbolada, que con el tiempo llegaría a ser la más hermosa de la ciudad: La avenida Yaracuy”.

La arbolada Avenida es la más bella entrada al norte de San Felipe. Los barrios ubicados al margen de la Yaracuy se deleitan con las fachadas de las casas, el colorido de los árboles y el aire fresco que baja de las montañas. Subiendo por la margen derecha, en sentido sur norte, se comunica primeramente con el barrio Caja de Agua a través de la Avenida 16 y las Calles 12 y 13. Este importante barrio del casco central de San Felipe debe su nombre a las cajas instaladas hace varios años en ese lugar para surtir de agua a la comunidad. Antes de llegar a la Calle El Casabe, frente a la Escuela de Artes Plásticas y Aplicadas Carmelo Fernández y el Conservatorio de Música Blanca Estrella de Mescoli, están los almendrones que rememoran mi infancia.

Aunque actualmente la Avenida se inicia en la Redoma “Morir es Nacer”, es a la altura de la Calle 12, frente al Centro de Acción Social por la Música, que la Yaracuy erguida luce las grandiosas maporas, es perfectamente rectilínea y expresa las mismas características ornamentales hasta la Redoma del Indio donde se enlazan la Avenida Los Baños que conduce al Parque Nacional Yurubí, la Calle Principal El Higuito, la entrada a Colinas de Yurubí y la Avenida José Rafael Villareal con dirección al Hospital Central Dr. Placido Daniel Rodríguez Rivero. En el trabajo “Las Calles y Boca Calles del San Felipe de Antaño”, publicado en la Edición Especial de la Revista “Luciérnaga” Nº 39 en 1967, Pablo Mendoza Reyes señaló que “de la 13 hacia la Serranía de Aroa, eran terrenos enmontados y despoblados que conducían a La Mosca, La Esperanza, El Casabe, existiendo por allí, en cierto sector, el denominado Zanjón de Burgos y donde hoy- 1967- empieza la Avenida Yaracuy hacia el Indio”.

Más arriba está una moderna urbanización distinguida por sus veredas, escaleras y casas con paredes de concreto armado. Su glorioso nombre hace honor a la granja sobre la que fue levantada, La Ascensión, que colindaba por el lado oeste con la Avenida Yaracuy y tenía su principal entrada en la actual Calle Padre Sánchez. Uno de los barrios más antiguos de San Felipe, La Mosca, se recrea en la atractiva Avenida. Desde la entrada al empinado Callejón La Mosca, hacia arriba, la Avenida Yaracuy da un agradable perfil a este noble lugar que habito y me habita desde la infancia. En la Calle Country Club jugaba chapita, pelotica e' goma y futbolito con los vecinos. También íbamos a buscar mangos en el Country: terreno enmontado donde estaba el famoso Club de San Felipe en los tiempos de mis abuelos. Al este de La Mosca, en El Ciepito, están las casitas de auyama, ubicadas en la Avenida Las Américas que se inicia en la Avenida Yaracuy y termina en la Avenida La Fuente.

La Avenida Yaracuy fue hecha con todas las condiciones de una avenida decente. Es atravesada por la Avenida Cedeño, se comunica directamente con la Avenida Alberto Ravell y la Avenida Paulo Emilio Ávila, tiene dos canales, amplias islas con aceras, bellos árboles y, en otros tiempos, la adornaban las moreras florecientes a los pies de las esbeltas maporas. Aquí crece la gigante palmera de Yaracuy. La hilera de chaguaramos a lo largo de la Avenida es una hermosa exhibición natural. Cuando las maporas extienden sus alas, cual águila en el firmamento, se combina el verdor yaracuyano y el azul del cielo sanfelipeño.

Llegó la tarde. Desde El Chimborazo viene cantando la brisa. De La Mosca a Los Higuitos se oye su canto, aplauden las maporas y la gente sale a caminar por la Avenida. Caminando, paso a paso, va un niño contando los chaguaramos. Pienso a San Felipe sentado frente a la Redoma del Indio y un torrencial aguacero cae sobre la tarde. Llovía y llovía, grandes gotas caían hasta que apareció un arcoíris sobre lo más alto de San Felipe. Ese arcoíris también es sanfelipeño como nosotros. San Felipe es un hermoso paisaje pintado en el corazón del pueblo.