domingo, 4 de julio de 2010

San Felipe, 04 de julio de 2004

Hoy, a seis años de la tragedia, está vivo en el recuerdo el momento cuando empezó a llover aquel 04 de julio de 2004, cuando los vecinos corrían hacía su casa por la calle principal de El Cerrito, para no mojarse. Eran como las cuatro de la tarde y todos corrían, media hora después empezó a bajar por la quebrada una gran cantidad de agua, barro, árboles, piedras.

Repentinamente empezó la zozobra en El Cerrito y La Mosca, pues la quebrada ya venía tumbando casas y, en consecuencia, se había generado una situación de caos, los vecinos venían bajando, todos corrían y el agua detrás, fueron minutos de terror, confusión, dolor. Quienes lograron bajar a tiempo se protegieron ingresando al hospital, pero la creciente que se llevó casas, muebles, carros, animales, siguió su cauce por la calle principal de El Cerrito, el Callejón La Mosca, la Av. Yaracuy en su parte baja y la Av. La Patria. Algunos se refugiaron en el Batallón Páez, otros iban envueltos entre el lodo y las piedras, y tres de ellos, incluyendo una menor, fallecieron por la debacle que ocasionó el desbordamiento de la Guayabal.

Todo ocurrió en tres tiempos, en tres olas de agua, lodo, piedras, la situación más fuerte la inició el primer golpe, cuando empezó a bajar una primera ola inmensa, grandísima que se llevó casi todas las casas. Seguidamente, con menor fuerza, bajó la segunda ola y finalmente la tercera, que dejó un angustioso silencio.

Estas intensas lluvias provocaron un gran dolor en El Cerrito de San Felipe, muchas familias se quedaron sin casa, sin tierra. Lo perdieron todo, contaban únicamente con la vida, con lo más valioso, lo más grande. Para algunos, fue una nueva oportunidad de vida. Otros, sólo tenían fuerza para pedir a Dios por sus vidas, por sus familias, por sus hijos.

El 05 de julio, algunos periódicos y canales de televisión presentaron sus titulares diciendo que en San Felipe había ocurrido “Un Vargas Chiquito”. Ese fue uno de los calificativos, el más impactante nombre, que recibió este acontecimiento ocurrido en El Cerrito y La Mosca.

Este acercamiento a la tragedia permite las siguientes interrogantes:

¿Cuáles eran las características originales, geológicas y topográficas de estas comunidades afectadas por el desbordamiento de la Guayabal el pasado 04 de julio de 2004?

¿Será que se invadió el cauce original de esta quebrada?

¿Existe una adecuada conciencia ambiental frente a los ríos y quebradas en nuestro estado Yaracuy?

¿Qué responsabilidad tiene el Estado en cuanto a una política de limpieza, respeto y protección de las cuencas y microcuencas?

¿Qué significado tenía la Guayabal, antes del 2004, para los Sanfelipeños?

El 06 de julio salió el sol en la mañana, ese día subí a El Cerrito, tenía mucha curiosidad, subí por la avenida Yaracuy hasta el Indio Yara, luego seguí por la avenida José Rafael Villareal y de allí subí a lo más alto de El Cerrito caminando sobre barro, piedras y escombros. No podía creer lo que estaba viendo ¿Será que alguna vez este camino fue así? Mucha gente subía a encontrarse con la realidad de la tragedia, casas tapiadas completamente, caras desesperanzadas, extrañes, dolor, muchos periodistas y cámaras de televisión, comunicacionalmente El Cerrito era el centro de la noticia nacional.

Al recordar esta tragedia, pienso en voz alta las siguientes palabras:

Las lluvias de aquel 04 de julio de 2004 se hicieron lágrimas, se hicieron ríos
Has dejado una huella en el corazón de San Felipe
Bajaste, te llevaste tres vidas y dejaste el doloroso recuerdo de la pérdida humana
Siempre será recordado el ímpetu y la expresión repentina, que mostraste, aquel domingo de julio
Sacaste sin compasión el barro, los árboles, las casas y todo lo que obstaculizaba tu cauce
Te llevaste las casas, los muebles
En un abrir y cerrar de ojos, tu silencio habló, gritó
Tu silencio fue irresistible, tu silencio torturó muchas vidas
En tus aguas están escritas las lágrimas de un pueblo
Desbordaste vidas, desbordaste almas, desbordaste sueños, desbordaste árboles
Creciste en silencio, bajaste en silencio, desbordaste en silencio.

El cronista y la ciudad

La vida, la historia, la humanidad, la subjetividad del pueblo se expresa desde el merecido arte del cronista, quien nos sensibiliza con el sentido originario de la identidad y la memoria de una comunidad, de una ciudad, de un país…

Mientras pienso en voz alta esas palabras, se hace presente la poesía, está llegando el poeta de Carora, está invitando a atrapar los instantes, vivir el afecto, ser fieles a la memoria e iniciar el viaje poético. Es que Luis Alberto Crespo, llegó a la clase del Diplomado Gilberto Antolínez para la formación de Cronistas del siglo XXI, que ofrece la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy (UNEY) en sinergia con la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, manifestando que “La responsabilidad de un cronista es preservar a Venezuela (…) Venezuela está en el viejito, el artesano…” y emotivamente continuó diciendo: “necesitamos que Venezuela tenga soberanía cultural, tenga memoria”.

Y, ¿Qué tiene que ver la crónica con la poesía?

El cronista de San Antonio de Los Altos, tiene la palabra:

“Un poema es una crónica espiritual. La poesía es una crónica desde Homero hasta aquí”.

El trabajo amoroso de Antonio Trujillo abrió las puertas a la oralidad, valoró la fe en la palabra del otro, permitió que el oído escribiera y, hasta los pájaros volaron, cuando expresó: “La crónica también es para defender un país”.

Pues, el cronista fomenta el reconocimiento del patrimonio, con arraigo y trascendencia, desde las comunidades. Le incumbe concienciar la identidad del pueblo desde sus valores culturales, porque el cronista, en voz de Wilfredo Bolívar, “es una especie de conciencia de la ciudad, un defensor del patrimonio”.

Por eso, ser cronista es comprometerse con íntegra devoción con la memoria de la ciudad y hacer, desde la palabra, que la comunidad viva el sentido y el valor cultural de su voz.

En este sentido, el maestro Freddy Castillo Castellanos ilustra:

“Así como el pincel de los pintores, la pluma del cronista puede salvar un lugar, una pequeña o gran parcela del olvido.”

Y, sigue diciendo: “Los cronistas tienen el reto de atender una mirada para salvar la memoria de sus lugares”

He allí el valor del cronista en la preservación de la comunidad, tal como lo concibió Arístides Medina Rubio al expresar que “el cronista es el preservador de la memoria y del patrimonio de su localidad”

El noble oficio del cronista nos conecta con el contexto original desde la cotidianidad y expresa el imaginario social, la vida, en su sentido más intrínseco, mostrando con pasión y espontaneidad los valores originarios de la sociedad. Para el cronista del municipio Carirubana estado Falcón, Guillermo de León Calles, los cronistas son “notarios de la cotidianidad”.

Que hable la cotidianidad. Que hablen los ríos, las piedras, los arboles. Que canten los pájaros, los mares, la lluvia. Que hablen las casas, las plazas, las calles. Que hable la madre tierra. Que hable la gente del pueblo.

El patrimonio cultural es el alma de las comunidades, es la esencia de la diversidad cultural. En él nos reconocemos como parte de una memoria histórica y, en consecuencia, parte de una sociedad.

El valor de Domingo Aponte Barrios, nuestro cronista de San Felipe, se evidenció en sus diligentes palabras: “El cronista va a ser el guía, el orientador de la ciudad”.

Ésta función del cronista debe estar respaldada por las instituciones competentes en materia patrimonial y, por supuesto, debe existir una política de estado coherente, que integré los distintos proyectos dirigidos a la comprensión de la ciudad.

Finalmente, es pertinente reflexionar que el cronista está llamado a:

Avivar, con su oficio, la esencia cultural que mueve a su pueblo. Conservar, con su sensibilidad, la vida patrimonial de la ciudad. Estimular, desde la palabra, la importancia de reconocer, recordar y recrear los valores ancestrales e históricos del pueblo. Provocar, con su búsqueda, la necesidad social de identificar, valorar y preservar la memoria cultural de la comunidad. Valorar la voz del pueblo, porque como dijera Enrique Bernardo Núñez “El pueblo mismo es el cronista por excelencia”.

Fútbol, pasión e identidad

Sudáfrica da la bienvenida a la pasión futbolística mundial. Su fútbol, su diversidad de culturas, sus lenguas y creencias religiosas dan apertura a esta celebración universal.

El fútbol conquista, aviva sentimientos y provoca grandes pasiones. Es una actividad cultural, donde los pueblos expresan su identidad.

Sin duda alguna, la identidad de los pueblos se hace presente en cada juego, expresándose no sólo en el uniforme, sino también en las técnicas, en la fiesta y en la alegría del gol, porque como dijo Galeano: “El fútbol y la patria están siempre atados...”

El valor integral del fútbol vive en la cultura de los pueblos.

Por eso, mientras en el campo se está desarrollando una competencia física, en las tribunas hay dramáticas y angustiosas luchas. El deseo de triunfo de los equipos protagonistas se refleja en la sociedad entera, a tal punto, que los fanáticos sueñan, ríen, cantan, lloran, gritan desde sus intimidades con el fútbol.

Evidentemente, la fanaticada forma parte del acontecer deportivo, pues brinda a los jugadores confianza y aumenta sus potencialidades emotivas y espirituales, para un mejor desenvolvimiento antes, durante y después de cada encuentro futbolístico.

¿Es acertado Juan Villoro cuando dice que el fútbol es la pasión mejor organizada en el planeta tierra?

Un gol es un gol en todo el mundo y no dejará de serlo, pero dependiendo de la tradición e identificación cultural de los diferentes equipos y fanáticos que en este evento se congregan, tiene diversas connotaciones, es celebrado de manera distinta y posee repercusiones emotivas disímiles.

De allí la reflexión deporte-sociedad desde la dinámica del fútbol. Es sencillo asociar las luchas de los jugadores en el campo de juego y las de los espectadores en las tribunas del estadio en busca del triunfo con los desafíos, pugnas y duelos que visualizamos en la vida humana, ya que generalmente ambas situaciones están cargadas de pasión y por ende, de desenfreno emocional, antipatías profundas, dolor, ira, rechazos y/o simpatía hacia las demás personas.

Es pertinente recordar en esta reflexión el día que lloró un país, cuando se manifestó una mezcla de sentimientos en el campo de juego, en las tribunas, que desencadenó en llanto, impotencia, dolor, no sólo en los protagonistas de este drama futbolístico, sino también en toda la sociedad Brasileña.

Benedetti lo dijo: “Desde la tribuna es tan disfrutable el racimo humano de los vencedores como el drama particular de cada vencido”.

Esa final de la copa del mundo de 1950, cuando Uruguay le ganó a Brasil en el Maracaná, marcó un hecho imborrable en el fútbol mundial.

Por medio del fútbol, Uruguay ha alcanzado una significación notable en el mundo, siendo un país pequeño en el mapa, se convirtió en una referencia importante del fútbol mundial.

También, cabe señalar la situación que vivió la selección de Argentina en el pasado mundial Corea-Japón 2002, cuando la tristeza, el dolor, la decepción, tomaron posesión del equipo Argentino, de sus seguidores en Argentina y en todo el mundo, viviendo con impotencia la derrota crucial que les sacó del evento mundial.

Evidentemente, en ambos casos, se vivió una pasión desbordada.

Asimismo, en la pasada Eurocopa 2008 se expresó la identidad del fútbol Europeo. España y el mundo estaban atentos en distintos escenarios sociales- estadios, plazas, restaurantes, hogares- de la realidad futbolística de Europa.

En esa fiesta vimos brillar a España, equipo que no brillaba desde que le ganó a la URSS en el Santiago Bernabéu (Madrid) en 1964. España tuvo que esperar 44 años para ganar nuevamente la Eurocopa.

Partiendo de esa realidad es válido preguntarse:

¿Qué representaba el fútbol para España en esos 44 años?, ¿Qué representa el fútbol para España hoy en día?, ¿Qué significado social tiene en España el título de Campeones de la Eurocopa 2008?, ¿Ayudará ese triunfo a España en el Mundial de Fútbol Sudáfrica 2010?

Al hablar de fútbol, no se puede olvidar el valor del trabajo en equipo, porque en el fútbol, como en la vida, se gana cuando se piensa y se actúa en equipo.

En este sentido, Vladimir Dimitrijević es inspirador. Él dibuja la esencia de lo que significa ser un equipo:

“Los grandes equipos (...) son equipos de amigos, de amigos de infancia, de niños de una época, de un grupo social o de una nación. La amistad y la infancia juegan un gran papel. El equipo es un sueño, es una fe. El equipo es como la tripulación de un avión de combate: cada uno debe cumplir su tarea para la supervivencia de todos, para marcar goles evitando recibirlos”.

Finalmente, debo resaltar que lo significativo del fútbol está en el triunfo de la dignidad humana sobre la miseria, de la integridad humana sobre las aspiraciones egoístas, de la integración social sobre la división, de la ética sobre la obscenidad, de la libertad sobre la esclavitud.