El 23 de mayo del 2013 fui invitado con el programa “El Ajedrez va a la Escuela” a la Escuela Integral Bolivariana “Marín”. Ese día compartí gratamente la enseñanza del ajedrez a los niños de la escuela primaria. Allí viví momentos muy gratos. Hubo un instante que atrapó mi corazón. Siempre que voy a una escuela acostumbro pasar primero por la dirección de la institución. Llegando a la dirección me encontré con una hermosa pintura del rostro de la Maestra Cruz acompañada de una pequeña reseña histórica de la escuela fundada en octubre de 1986 con el nombre de “Escuela Básica Creación Marín”.
Observé minuciosamente a la Maestra de Marín pintada en la pared. Mi alma fijó su semblante. Inmediatamente empecé a tomarle fotos a la entrañable Maestra. En el rostro sensible está la vocación de la Maestra del pueblo. Luce una blusa floreada. En su cabello blanco está la experiencia. La mirada humilde y paciente ilumina su piel morena. Me recordó a mí abuela Rosa Ramona Traviezo de Rivero. Le dije a mí interior: ¡Se parece a mí abuela!
Cuando empiezo a leer la reseña histórica de la escuela, fechada “Marín- Junio de 2002”, me encuentro con el nombre de la Maestra de maestros, la Muestra Cruz. Estaba frente a mí tía María de la Cruz Traviezo de Ramírez, hermana de mí abuela paterna. La hija de José Tomás Traviezo y Rosa Espinoza de Traviezo nació en Marín el 21 de julio de 1913. Fue la menor entre sus hermanos Candelaria, Ulpiano y Rosa Ramona Traviezo. Su instrucción inicial la recibió en Marín. Luego estudió de tercero a quinto grado en la Escuela “Cecilia Mujica” de San Felipe.
Aunque la Maestra Cruz tenía poca formación académica logró trascender con sus propios métodos de enseñanza. Desde la adolescencia dedicó su vida a la enseñanza de los niños del Marín de su época. Amorosamente recibía en su modesta vivienda a los niños del pueblo para iniciarlos en la lectura y la escritura. Aprendían a leer deletreando. Con las copias, los dictados y las planas mejoraban la escritura. Usaba piedritas para enseñarlos a contar. Les enseñaba pacientemente a sumar, restar, multiplicar y dividir. Los niños la consideraban su segunda madre. En la Maestra Cruz sentían un afecto especial. Su mayor satisfacción fue ver a muchos de los que recibieron sus instrucciones convertidos en grandes profesionales.
Al final de la reseña se lee lo siguiente: “Nuestra futura Epónima Sra. Cruz de Ramírez, maestra por vocación de la comunidad por más de 60 años”. Es un acuerdo amoroso de la comunidad que la Maestra Cruz sea la Epónima de la Escuela Integral Bolivariana que hasta ahora lleva el nombre de su pueblo, Marín. Su vocación educativa la hacen merecedora de tal distinción. La Maestra Cruz es muy querida y recordada por su pueblo. Hoy, al hablar de Marín, necesariamente hay que hablar del pintor popular venezolano y marínense Cirilo Mendoza y de la Maestra Cruz.
Saberes y Sentires
Espacio para el diálogo y la construcción social de conocimientos.
domingo, 12 de noviembre de 2017
lunes, 18 de septiembre de 2017
Eloy Manuel Bustillo tocó el corazón de San Felipe
El primer día de diciembre de 1944 nació Eloy Manuel Bustillo González en el barrio La Mosca de San Felipe estado Yaracuy. La alegría decembrina celebró su nacimiento. En un ambiente familiar de trabajo, respeto y buenas costumbres creció el hijo primogénito de Manuel Antonio Bustillo Sierra y Mercedes Gerarda González de Bustillo. Aprendió el oficio del comercio en la bodega de su padre. Don Manuel Bustillo era muy generoso con los niños. No los dejaba ir sin la ñapa, siempre les daba un caramelo o un cambur. En la bodega “La fe en Dios” había de todo, se podía comprar desde una caja de fósforo hasta un litro de kerosén.
Los vecinos de Caja de Agua recuerdan con afecto la surtida bodega ubicada en la Calle 14 con la Avenida 15. Aquí Eloy Manuel Bustillo conoció el valor del trabajo. Aprendió a aprovechar bien el tiempo y, como buen Bustillo, fue un buen trabajador. Le gustó el comercio desde la infancia. A los 12 años vendía chicle frente al antiguo Cine Junín de San Felipe que estaba ubicado en la Cuarta Avenida entre la Avenida La Patria y la Calle 16.
El pequeño comerciante también fue atraído por la música a temprana edad. A los 16 años ya sabía tocar el cuatro. En 1960 el maestro Franklin Sánchez Blasco invita a Eloy Manuel Bustillo a formar parte del conjunto de música criolla “Copleros del Centro”. En este grupo musical debutó como cuatrista el joven soñador. Es que Franklin Sánchez, además de ser un excelente ejecutante de instrumentos de cuerdas, se destacó como creador y director de grupos musicales, compositor y arreglista.
Los músicos más connotados de los años sesenta y setenta ensayaban y compartían en la casa de María Ochoa. Esta casa ubicada en el barrio Punta Brava de la capital yaracuyana, en la Avenida 8 entre calles 19 y 20, fue también la casa de los músicos de San Felipe. En ese fraterno lugar se reunían, entre otros, Franklin Sánchez, Francisco Sánchez, Manolo Camacho, Reinaldo Parra, Manuel Ochoa, Willian Ochoa y Eloy Manuel Bustillo. Era una época de florecimiento de importantes grupos musicales en San Felipe.
En 1962 Eloy Manuel Bustillo se lanza como cantante de música criolla y logra fundar el grupo musical “Paramaconi”. Él siempre quería ir más allá en todo lo que hacía. Su pasión y entrega lo llevaron a convertirse en una referencia musical de San Felipe en la segunda mitad del siglo XX. Se destacó como bolerista en el grupo “Los Reyes del Trópico”. Luego fue invitado por el italiano Miguel Ponente a cantar en el grupo musical bailable de Yaracuy más exitoso de los años 60, el “Combo Los Latinos”. En el Country Club de San Felipe Eloy Manuel Bustillo deleitaba con su hermosa voz. Este grupo se presentaba frecuentemente en el programa radial de talento en vivo con Vicente Silva Villanueva y Luis Eduardo Ortiz. En 1963 Fernando Falkenhagen asume la dirección de Radio Yaracuy contando con la colaboración de Eloy Manuel Bustillo en los controles técnicos. El talentoso joven de 19 años también se destacó al mando de los controles de la histórica radio yaracuyana.
En esta singular fraternidad musical de San Felipe alzó su vuelo artístico Eloy Manuel Bustillo y en 1978 graba su primer disco de 45 rpm. En ese disco interpretó los temas, “En alas del cariño” de Armando Arteaga y “Mi único amor” de Franklin Sánchez, acompañado por el conjunto criollo “Los 5 Yurubí”. En 1981 graba su otro disco de 45 rpm con el respaldo de “Los 5 Yurubí”. Esta vez cantó los temas “No debo decirlo” de Humberto Monserrat Díaz y “La Verdad” de Francisco “Fico” Torres.
Eloy Manuel Bustillo trascendió en la historia musical de Yaracuy con la balada, el bolero y la música criolla. Se ganó el afecto de San Felipe y de la región. Su voz aún resuena en la memoria del pueblo. Supo llegar a la gente con su agradable trato e inconfundible voz. Se hizo acreedor del Gran Sótano Internacional en 1980 y el Gran Yara de Venezuela en 1983. Ganó el Primer Lugar del I Festival de Música Yaracuyana en las Ferias de Mayo de San Felipe en 1984 y el premio “Cantante Romántico del Año 1986” en el Sol de Yaracuy.
El romántico sanfelipeño fue elogiado por Manuel Alfredo Sánchez Luna, el más grande cantante de Venezuela. Hace poco me encontré con el poeta Humberto Monserrat Díaz bajando la Avenida Yaracuy. Mientras caminábamos Monserrat Díaz describía la grandiosa voz del cantante yaracuyano. Me dijo que cuando Alfredo Sadel oyó cantar a Eloy Manuel Bustillo, en el Teatro Yurubí de San Felipe, inmediatamente dijo: “¿Quién es ese guaro tan feo que canta tan bonito?”.
Eloy Manuel Bustillo fue un solista maravilloso, muy afinado. Su voz tocó el corazón de San Felipe. En el Club Piedra de Oro exhibía la belleza de su voz. Se convirtió en un extraordinario ejecutante de la Guitarra. Andaba con su guitarra pa' arriba y pa' abajo. Con Ella viajaba por toda Venezuela. Cuando estaba en la casa agarraba su guitarra, se sentaba en el mueble y eso era cantar, cantar y cantar. A la guitarra no la dejaba por nada. No sólo fue uno los mejores cantantes de su tiempo, sino también un excelente gerente musical. Eloy era un hombre muy enamorado, todos los sábados le cantaba serenatas a Eunice Polonia Castillo Nieles. Ella tenía 15 años cuando conoció al más romántico cantante de su juventud. A los pies de la ventana lucía su voz enamorada y el trinar de la guitarra:
“Mujer abre tu ventana para que escuches mí voz
Te está cantando el que te ama con el permiso de Dios”.
A Eunice Polonia le gustaba oír la serenata tapatía de Ernesto Cortázar Hernández en la voz del jovial sanfelipeño y él, como buen caballero, siempre la complacía.
El 18 de abril del 2016 visité a Eunice Polonia, familiarmente conocida como “Pola”. Su casa, donde vivió con Eloy Manuel Bustillo durante varios años, está ubicada al final de la calle principal de Jobito. Allí conocí a Eloy Alexander y a Williams Bustillos. Fue una tarde muy agradable, mientras conversábamos oíamos a Eloy Manuel Bustillo cantando. Me atendieron con afecto familiar, Pola me dijo:
“Tengo bellos recuerdos con Eloy. Nosotros hicimos un hogar muy bonito, criamos cinco hijos varones y fuimos una pareja feliz. Trabajamos juntos para tener lo que tenemos. Disfrutábamos mucho cuando a él lo invitaban a cantar. Yo siempre lo acompañaba, siempre estaba con él”.
Con esos hermosos recuerdos Eunice Polonia y Maritza Bustillos González recibieron el reconocimiento de Eloy Manuel Bustillo como homenaje post mortem, que entregó la Alcaldía de San Felipe en el pasado reencuentro de los sanfelipeños y yaracuyanos, el 30 de abril de 2016. El tradicional reencuentro rindió un sentido homenaje a cantantes, autores y compositores yaracuyanos.
Al cantante popular yaracuyano lo encontramos en el libro “Músicos y Agrupaciones Musicales Populares de San Felipe, Guama y Nirgua (1930-1990)” de Héctor Camacho Aular, publicado en 1997. El cronista de la música yaracuyana homenajeó con su pluma a Eloy Manuel Bustillo en “Los Sonidos Proféticos” en el año 2005. En “La Alegría Descifrada” de Héctor Camacho Aular, que publicó la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy (UNEY) en el 2008, también aparece el prodigioso cantante sanfelipeño. Hoy Eloy Manuel Bustillo, al igual que otros personajes, es reconocido en distintos lugares de Yaracuy.
En noviembre del 2015 el Centro de Historia del Estado Yaracuy sorprendió con una Exposición Fotográfica sobre Personajes Populares de Yaracuy. Fue una muestra inédita en la historia de la crónica yaracuyana. Por primera vez los personajes del pueblo estaban siendo honrados en una institución tan prestigiosa del estado. El Centro de Historia se vistió de pueblo. El gigante Julio Tota llamó la atención de todos. Deportistas yaracuyanos como Florentino Oropeza, Don Pedro Maya, Sulpicio Betancourt, Horacio Estévez, Rafael “Coquito” Leal, José Sanabria, Jóvito Rengifo, Nicolás Ojeda Parra y muchos otros llegaron al salón de honor de la historia. Sencillamente se visibilizó a los héroes del pueblo.
La muestra fotográfica, que duró desde noviembre del 2015 hasta enero del 2016, también incluyó a Eloy Manuel Bustillo. Me agradó mucho ver en ese lugar histórico la fotografía del cantante popular sanfelipeño que apenas pudo mirar un pedacito de este siglo. El 27 de agosto del 2000 Yaracuy lloró la despedida eterna de Eloy Manuel Bustillo. Ese día se despidió de su guitarra, de su pueblo y de su gente.
Los vecinos de Caja de Agua recuerdan con afecto la surtida bodega ubicada en la Calle 14 con la Avenida 15. Aquí Eloy Manuel Bustillo conoció el valor del trabajo. Aprendió a aprovechar bien el tiempo y, como buen Bustillo, fue un buen trabajador. Le gustó el comercio desde la infancia. A los 12 años vendía chicle frente al antiguo Cine Junín de San Felipe que estaba ubicado en la Cuarta Avenida entre la Avenida La Patria y la Calle 16.
El pequeño comerciante también fue atraído por la música a temprana edad. A los 16 años ya sabía tocar el cuatro. En 1960 el maestro Franklin Sánchez Blasco invita a Eloy Manuel Bustillo a formar parte del conjunto de música criolla “Copleros del Centro”. En este grupo musical debutó como cuatrista el joven soñador. Es que Franklin Sánchez, además de ser un excelente ejecutante de instrumentos de cuerdas, se destacó como creador y director de grupos musicales, compositor y arreglista.
Los músicos más connotados de los años sesenta y setenta ensayaban y compartían en la casa de María Ochoa. Esta casa ubicada en el barrio Punta Brava de la capital yaracuyana, en la Avenida 8 entre calles 19 y 20, fue también la casa de los músicos de San Felipe. En ese fraterno lugar se reunían, entre otros, Franklin Sánchez, Francisco Sánchez, Manolo Camacho, Reinaldo Parra, Manuel Ochoa, Willian Ochoa y Eloy Manuel Bustillo. Era una época de florecimiento de importantes grupos musicales en San Felipe.
En 1962 Eloy Manuel Bustillo se lanza como cantante de música criolla y logra fundar el grupo musical “Paramaconi”. Él siempre quería ir más allá en todo lo que hacía. Su pasión y entrega lo llevaron a convertirse en una referencia musical de San Felipe en la segunda mitad del siglo XX. Se destacó como bolerista en el grupo “Los Reyes del Trópico”. Luego fue invitado por el italiano Miguel Ponente a cantar en el grupo musical bailable de Yaracuy más exitoso de los años 60, el “Combo Los Latinos”. En el Country Club de San Felipe Eloy Manuel Bustillo deleitaba con su hermosa voz. Este grupo se presentaba frecuentemente en el programa radial de talento en vivo con Vicente Silva Villanueva y Luis Eduardo Ortiz. En 1963 Fernando Falkenhagen asume la dirección de Radio Yaracuy contando con la colaboración de Eloy Manuel Bustillo en los controles técnicos. El talentoso joven de 19 años también se destacó al mando de los controles de la histórica radio yaracuyana.
En esta singular fraternidad musical de San Felipe alzó su vuelo artístico Eloy Manuel Bustillo y en 1978 graba su primer disco de 45 rpm. En ese disco interpretó los temas, “En alas del cariño” de Armando Arteaga y “Mi único amor” de Franklin Sánchez, acompañado por el conjunto criollo “Los 5 Yurubí”. En 1981 graba su otro disco de 45 rpm con el respaldo de “Los 5 Yurubí”. Esta vez cantó los temas “No debo decirlo” de Humberto Monserrat Díaz y “La Verdad” de Francisco “Fico” Torres.
Eloy Manuel Bustillo trascendió en la historia musical de Yaracuy con la balada, el bolero y la música criolla. Se ganó el afecto de San Felipe y de la región. Su voz aún resuena en la memoria del pueblo. Supo llegar a la gente con su agradable trato e inconfundible voz. Se hizo acreedor del Gran Sótano Internacional en 1980 y el Gran Yara de Venezuela en 1983. Ganó el Primer Lugar del I Festival de Música Yaracuyana en las Ferias de Mayo de San Felipe en 1984 y el premio “Cantante Romántico del Año 1986” en el Sol de Yaracuy.
El romántico sanfelipeño fue elogiado por Manuel Alfredo Sánchez Luna, el más grande cantante de Venezuela. Hace poco me encontré con el poeta Humberto Monserrat Díaz bajando la Avenida Yaracuy. Mientras caminábamos Monserrat Díaz describía la grandiosa voz del cantante yaracuyano. Me dijo que cuando Alfredo Sadel oyó cantar a Eloy Manuel Bustillo, en el Teatro Yurubí de San Felipe, inmediatamente dijo: “¿Quién es ese guaro tan feo que canta tan bonito?”.
Eloy Manuel Bustillo fue un solista maravilloso, muy afinado. Su voz tocó el corazón de San Felipe. En el Club Piedra de Oro exhibía la belleza de su voz. Se convirtió en un extraordinario ejecutante de la Guitarra. Andaba con su guitarra pa' arriba y pa' abajo. Con Ella viajaba por toda Venezuela. Cuando estaba en la casa agarraba su guitarra, se sentaba en el mueble y eso era cantar, cantar y cantar. A la guitarra no la dejaba por nada. No sólo fue uno los mejores cantantes de su tiempo, sino también un excelente gerente musical. Eloy era un hombre muy enamorado, todos los sábados le cantaba serenatas a Eunice Polonia Castillo Nieles. Ella tenía 15 años cuando conoció al más romántico cantante de su juventud. A los pies de la ventana lucía su voz enamorada y el trinar de la guitarra:
“Mujer abre tu ventana para que escuches mí voz
Te está cantando el que te ama con el permiso de Dios”.
A Eunice Polonia le gustaba oír la serenata tapatía de Ernesto Cortázar Hernández en la voz del jovial sanfelipeño y él, como buen caballero, siempre la complacía.
El 18 de abril del 2016 visité a Eunice Polonia, familiarmente conocida como “Pola”. Su casa, donde vivió con Eloy Manuel Bustillo durante varios años, está ubicada al final de la calle principal de Jobito. Allí conocí a Eloy Alexander y a Williams Bustillos. Fue una tarde muy agradable, mientras conversábamos oíamos a Eloy Manuel Bustillo cantando. Me atendieron con afecto familiar, Pola me dijo:
“Tengo bellos recuerdos con Eloy. Nosotros hicimos un hogar muy bonito, criamos cinco hijos varones y fuimos una pareja feliz. Trabajamos juntos para tener lo que tenemos. Disfrutábamos mucho cuando a él lo invitaban a cantar. Yo siempre lo acompañaba, siempre estaba con él”.
Con esos hermosos recuerdos Eunice Polonia y Maritza Bustillos González recibieron el reconocimiento de Eloy Manuel Bustillo como homenaje post mortem, que entregó la Alcaldía de San Felipe en el pasado reencuentro de los sanfelipeños y yaracuyanos, el 30 de abril de 2016. El tradicional reencuentro rindió un sentido homenaje a cantantes, autores y compositores yaracuyanos.
Al cantante popular yaracuyano lo encontramos en el libro “Músicos y Agrupaciones Musicales Populares de San Felipe, Guama y Nirgua (1930-1990)” de Héctor Camacho Aular, publicado en 1997. El cronista de la música yaracuyana homenajeó con su pluma a Eloy Manuel Bustillo en “Los Sonidos Proféticos” en el año 2005. En “La Alegría Descifrada” de Héctor Camacho Aular, que publicó la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy (UNEY) en el 2008, también aparece el prodigioso cantante sanfelipeño. Hoy Eloy Manuel Bustillo, al igual que otros personajes, es reconocido en distintos lugares de Yaracuy.
En noviembre del 2015 el Centro de Historia del Estado Yaracuy sorprendió con una Exposición Fotográfica sobre Personajes Populares de Yaracuy. Fue una muestra inédita en la historia de la crónica yaracuyana. Por primera vez los personajes del pueblo estaban siendo honrados en una institución tan prestigiosa del estado. El Centro de Historia se vistió de pueblo. El gigante Julio Tota llamó la atención de todos. Deportistas yaracuyanos como Florentino Oropeza, Don Pedro Maya, Sulpicio Betancourt, Horacio Estévez, Rafael “Coquito” Leal, José Sanabria, Jóvito Rengifo, Nicolás Ojeda Parra y muchos otros llegaron al salón de honor de la historia. Sencillamente se visibilizó a los héroes del pueblo.
La muestra fotográfica, que duró desde noviembre del 2015 hasta enero del 2016, también incluyó a Eloy Manuel Bustillo. Me agradó mucho ver en ese lugar histórico la fotografía del cantante popular sanfelipeño que apenas pudo mirar un pedacito de este siglo. El 27 de agosto del 2000 Yaracuy lloró la despedida eterna de Eloy Manuel Bustillo. Ese día se despidió de su guitarra, de su pueblo y de su gente.
lunes, 15 de agosto de 2016
La Calle Country Club de San Felipe
En la Calle Country Club di mis primero pasos. Esta histórica calle comunica el Callejón La Mosca con la Avenida Yaracuy de San Felipe. El mejor punto de referencia es la Escuela Básica La Mosca. En este entrañable lugar aprendí a leer y a escribir. La escuelita, como tradicionalmente la nombran, fue fundada el 1 de junio de 1958 por la maestra Elías Parra de Oropeza con el apoyo de su hermana Amparo Parra y algunos vecinos de la comunidad. Las primeras clases de la escuela se dieron en casa de Delfín González. Luego continuaron las actividades escolares en la casa de Santiaga Bustillo. En 1.968 se empezó a levantar la escuela en un terreno que pertenecía a Francisco Escalona. Él tenía una bodeguita en la esquina del teléfono.
En los años 40 en éste lugar había era caminos de tierra bordeados de rabo e' ratón. Aquellos ranchitos de bahareque ahora son casas grandes y espaciosas. Anselma Escalona recuerda con alegría la construcción de la calle Country Club en los años 60, desde la bodeguita de Francisco Escalona hasta el Abasto de Rodulfo Giménez. En esa época bajaba Juan Giménez con su carroza por la avenida de las maporas y la gente gritaba emocionada: “Allá viene Juan Giménez”. Él amablemente se paraba y llevaba a los vecinos hasta la plazoleta ubicada frente al abasto de Vidal Sierra en la Calle 13.
La calle del Country actualmente cuenta con diez familias. Aquí vivió el ex gobernador de Yaracuy Manuel Segundo Santaella. El destacado periodista Henrique Tirado Reyes, epónimo del Centro de Convenciones construido con motivo a los “Juegos Nacionales Juveniles Yaracuy 1997”, también vivió en esta calle con su familia. En la historia de la calle están los Morao, los Batista y los Yánez.
Entre las avenidas Manuel Cedeño y Alberto Ravell en el norte de San Felipe está la calle que rememora el viejo Country Club. El famoso Club fue uno de los mejores lugares de diversión del San Felipe de ayer. Ahí se daban cita personalidades de la talla de Rafael Antonio Caldera Rodríguez. El ilustre yaracuyano fue presidente de la República en dos oportunidades, dominaba seis idiomas y se destacó como escritor, pensador y catedrático. Grandes agrupaciones como “La Billo's Caracas Boys”, “Los Melódicos” y “La Dimensión Latina" amenizaron aquellos tiempos sanfelipeños.
Con la crónica viajo al lugar de los recuerdos. El afecto me recuerda a Eduvigis Bustillo y Petronila Camacho en la casa de la infancia. En la calle Country Club abracé la ciudad de la lluvia. Aquí atrapé las gotas más hermosas del cielo sanfelipeño. Con los vecinos jugaba metra, trompo, pelotica e' goma y chapita. En el terreno enmontado del Country jugábamos el escondido. César Escalona, Renny Batista y yo gastamos el asfalto de la calle jugando futbolito. A la calle Country Club venían los niños del barrio a exhibir sus juguetes el 25 de diciembre. El último día del año las familias del barrio La Mosca salían a las calles a dar el “Feliz Año”. Los más pequeños disfrutábamos con luces de bengala, silbadores y raspa-raspas.
En los años 40 en éste lugar había era caminos de tierra bordeados de rabo e' ratón. Aquellos ranchitos de bahareque ahora son casas grandes y espaciosas. Anselma Escalona recuerda con alegría la construcción de la calle Country Club en los años 60, desde la bodeguita de Francisco Escalona hasta el Abasto de Rodulfo Giménez. En esa época bajaba Juan Giménez con su carroza por la avenida de las maporas y la gente gritaba emocionada: “Allá viene Juan Giménez”. Él amablemente se paraba y llevaba a los vecinos hasta la plazoleta ubicada frente al abasto de Vidal Sierra en la Calle 13.
La calle del Country actualmente cuenta con diez familias. Aquí vivió el ex gobernador de Yaracuy Manuel Segundo Santaella. El destacado periodista Henrique Tirado Reyes, epónimo del Centro de Convenciones construido con motivo a los “Juegos Nacionales Juveniles Yaracuy 1997”, también vivió en esta calle con su familia. En la historia de la calle están los Morao, los Batista y los Yánez.
Entre las avenidas Manuel Cedeño y Alberto Ravell en el norte de San Felipe está la calle que rememora el viejo Country Club. El famoso Club fue uno de los mejores lugares de diversión del San Felipe de ayer. Ahí se daban cita personalidades de la talla de Rafael Antonio Caldera Rodríguez. El ilustre yaracuyano fue presidente de la República en dos oportunidades, dominaba seis idiomas y se destacó como escritor, pensador y catedrático. Grandes agrupaciones como “La Billo's Caracas Boys”, “Los Melódicos” y “La Dimensión Latina" amenizaron aquellos tiempos sanfelipeños.
Con la crónica viajo al lugar de los recuerdos. El afecto me recuerda a Eduvigis Bustillo y Petronila Camacho en la casa de la infancia. En la calle Country Club abracé la ciudad de la lluvia. Aquí atrapé las gotas más hermosas del cielo sanfelipeño. Con los vecinos jugaba metra, trompo, pelotica e' goma y chapita. En el terreno enmontado del Country jugábamos el escondido. César Escalona, Renny Batista y yo gastamos el asfalto de la calle jugando futbolito. A la calle Country Club venían los niños del barrio a exhibir sus juguetes el 25 de diciembre. El último día del año las familias del barrio La Mosca salían a las calles a dar el “Feliz Año”. Los más pequeños disfrutábamos con luces de bengala, silbadores y raspa-raspas.
lunes, 19 de octubre de 2015
La resedá en la casa de la infancia
Hoy la resedá es la fuente de inspiración. Es la musa que engalana mis recuerdos. Su suave olor se pasea por los lugares de la memoria. En las pequeñas flores de resedá está el más agradable perfume de mi infancia.
Con la resedá atrapo los instantes. Veo las más bellas fotografías en el porche de la casa. Al amanecer “Juanita” se deleita en el rocío sanfelipeño. En el jardín está “La Niña” danzando con las mariposas. “Mamá Juana” está columpiándose parsimoniosamente en la mecedora junto a las agraciadas flores.
En la resedá revivo los afectos más sublimes de la infancia. Todas las tardes “Mamá Juana” contempla las blanquecinas flores y canta los salmos de la Biblia. En mí corazón está su tierna voz tarareando su salmo predilecto: “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra”.
Decir “Mamá Juana” es sentir el olor a resedá. Su don de madre y hermosa sonrisa llenan toda la casa. Su aroma materno es de flor de resedá. De su piel sale el agradable perfume. Su fragancia bendita fue derramada en los renuevos. A la resedá siempre llegamos sus hijos a retozar. Es un fraterno lugar en la casa de la infancia.
Con la resedá atrapo los instantes. Veo las más bellas fotografías en el porche de la casa. Al amanecer “Juanita” se deleita en el rocío sanfelipeño. En el jardín está “La Niña” danzando con las mariposas. “Mamá Juana” está columpiándose parsimoniosamente en la mecedora junto a las agraciadas flores.
En la resedá revivo los afectos más sublimes de la infancia. Todas las tardes “Mamá Juana” contempla las blanquecinas flores y canta los salmos de la Biblia. En mí corazón está su tierna voz tarareando su salmo predilecto: “Cantad alegres a Dios, habitantes de toda la tierra”.
Decir “Mamá Juana” es sentir el olor a resedá. Su don de madre y hermosa sonrisa llenan toda la casa. Su aroma materno es de flor de resedá. De su piel sale el agradable perfume. Su fragancia bendita fue derramada en los renuevos. A la resedá siempre llegamos sus hijos a retozar. Es un fraterno lugar en la casa de la infancia.
miércoles, 7 de octubre de 2015
Lisonja y lisonjeros
La palabra “lisonja” nos lleva al vocablo latino “laudis” cuyo significado es adulación. De allí se trasladó al provenzal “lausenja”, de donde fue tomada por nuestro idioma. Según el diccionario de la lengua española “lisonja” significa “alabanza afectada, para ganar la voluntad de alguien”. La lisonja es como una hermosa rosa cubierta de espinas invisibles. Su aparente belleza atrae a los ingenuos y engaña sus corazones. La alabanza y los elogios son sus vestiduras. Se monta en los mejores carros. Es recibida con honores en los grandes palacios. Se sienta en sillas de oro a la derecha del rey. Con las más finas palabras envuelve a los sabios de este mundo. La lisonja es el arma silenciosa del lisonjero para lograr sus deseos egoístas.
El lisonjero tiende redes. Embelese con suaves palabras y seductores elogios. Con astucia e hipocresía apoya al poderoso aunque éste esté equivocado. Le aplaude, aúpa y alaba lisonjeramente como aquella multitud que llevó a Herodes Agripa a creerse Dios. Con razón el sabio Salomón dijo que “…la boca lisonjera hace resbalar”. La lisonja es común en aquel que desea conseguir momentáneamente una pareja. Es usada por algunos empleados para ganar la voluntad del patrón y otros beneficios personales.
Quien es aguijoneado por la lisonja termina obedeciendo ciegamente a las pretensiones del sagaz y seductor lisonjero. El mismo Bolívar dijo, en su carta al General Petión en 1816, que “…la lisonja es un veneno mortal para las almas bajas…” La lisonja lleva a muchos a rodearse de gente zalamera, tramposa, mezquina y desleal. La lisonja hace caer fácilmente a quienes viven del culto a su personalidad y necesitan permanentemente el halago y la admiración del otro para sobrevivir.
El lisonjero tiende redes. Embelese con suaves palabras y seductores elogios. Con astucia e hipocresía apoya al poderoso aunque éste esté equivocado. Le aplaude, aúpa y alaba lisonjeramente como aquella multitud que llevó a Herodes Agripa a creerse Dios. Con razón el sabio Salomón dijo que “…la boca lisonjera hace resbalar”. La lisonja es común en aquel que desea conseguir momentáneamente una pareja. Es usada por algunos empleados para ganar la voluntad del patrón y otros beneficios personales.
Quien es aguijoneado por la lisonja termina obedeciendo ciegamente a las pretensiones del sagaz y seductor lisonjero. El mismo Bolívar dijo, en su carta al General Petión en 1816, que “…la lisonja es un veneno mortal para las almas bajas…” La lisonja lleva a muchos a rodearse de gente zalamera, tramposa, mezquina y desleal. La lisonja hace caer fácilmente a quienes viven del culto a su personalidad y necesitan permanentemente el halago y la admiración del otro para sobrevivir.
martes, 2 de junio de 2015
La mapora en la memoria del cronista
Hoy desperté pensando en la esbelta palmera de Yaracuy. Con la gigante palmera evoco el floreciente paisaje natural de San Felipe pintado por la lluvia. Me levanté, abrí la puerta y miré las maporas de la avenida. Sus largas palmas se movían sutilmente con la brisa de la mañana. Fue un sublime amanecer, quien mira la mapora mira el cielo. Hoy la mapora posó en la memoria, creció en la obra del cronista.
Cerré la puerta de la casa y dialogué a solas con la memoria. Ella me invitó a un hermoso viaje con las “palmeras de tronco delgado y alto” señaladas por Rómulo Gallegos en “Doña Bárbara”. Conocí la pequeña aldea de Vicente Gerbasi y sus “bosquecillos de palmas reales”. En el camino encontré al Yaracuy cubierto de “maporas y yaguaras en Albarico” que describió Gilberto Antolínez. Con Antolínez recuerdo a Cocorotico y a Leonor Bernabó en las riberas del río. Nuestra poetisa dibujó con su pluma a la hermosa palmera en San Felipe:
“Aquí la altiva mapora
tiende sus palmas al aire
y las mece con donaire
el viento murmurador…”
Esta escena poética citada en la crónica “Tomasico y Leonor” de Manuel Rodríguez Cárdenas se parece al atardecer en la Avenida Yaracuy de San Felipe, que exhibe una hilera de maporas avivadas por la brisa de El Chimborazo. Es Rodríguez Cárdenas quien presenta a Leonor, en su trabajo “El Yaracuy, semblanzas y recuerdos”, como “…la mujer que se queda desde niña hasta vieja oficiando como una vestal entre la paz de su hogar, viendo columpiarse las maporas de la Plaza Bolívar de San Felipe…”
Frente a ese simbólico lugar de San Felipe, la Plaza Bolívar, está el palacio de las maporas. Ahí “las copas de las maporas se veían agitadas y echadas a un lado por el viento…” como diría Julio Garmendia. De allí fuimos a la Plaza Trinidad Figueira a disfrutar de la frescura del río Yurubí, del verdor de la Avenida La Paz y de El Oasis de San Felipe bajo las maporas.
Seguimos juntos, la memoria y yo, recreándonos en los lugares de la mapora. De San Felipe vamos a Guama. Subiendo por la Calle Bolívar nos detienen las cinco maporas que embellecen la fachada de la Biblioteca “Elisio Jiménez Sierra” de la Universidad del Yaracuy. En ese momento la memoria leyó parte del “Canto a San Felipe” del poeta elogiado por Octavio Paz nacido en Atarigua estado Lara- “y las palmeras con sus claros nombres de corozo, mapora y albarico”- que me regaló Freddy Castillo Castellanos. Entré a la biblioteca y leí en la antología de poetisas yaracuyanas “Rio de Voces” el poema “Guama” de Carmen Fidencia López:
“Tiene lindas maporas en que se alarga
la luz primera que la mañana expande
un miquirebo que embrujarte arde
y de inmensa belleza nos embriaga”.
Así como en San Felipe en Guama la mapora también es poesía. En la geografía física de Yaracuy la mapora tiene un sitial honorable entre los árboles del pueblo. Si la gloria del Líbano son sus cedros la gracia de Yaracuy son sus maporas. Más allá de Guama visitamos un grandioso lugar llamado “Las Maporas”, ubicado entre las montañas al nor-oeste del municipio Arístides Bastidas. Allí las monumentales maporas y El Chorro de Agua Dulce crean un asombroso ambiente natural.
La mapora es un patrimonio autóctono, histórico y cultural que engalana a Urachiche. En esta tierra de caquetíos y ayamanes conocí al cronista Eligio Antonio Ruiz. Él me presentó a “Orachiche” como una “encantadora tierra de maporas y trapiches” y compartió conmigo otros “Aspectos Relevantes del Municipio Urachiche” en su casa.
Terminamos el fraterno viaje de verdor y recuerdos leyendo un fragmento de “Esto ya fue una vez” de Juan Liscano en la Plaza Bolívar de Yaritagua, mientras la congregación de maporas cantaba a Yaracuy con sus palmas en el cielo:
“Las tribus de cocales y maporas,
las dispersas familias de coquillos,
la noble casa de las palmas reales…”
Cerré la puerta de la casa y dialogué a solas con la memoria. Ella me invitó a un hermoso viaje con las “palmeras de tronco delgado y alto” señaladas por Rómulo Gallegos en “Doña Bárbara”. Conocí la pequeña aldea de Vicente Gerbasi y sus “bosquecillos de palmas reales”. En el camino encontré al Yaracuy cubierto de “maporas y yaguaras en Albarico” que describió Gilberto Antolínez. Con Antolínez recuerdo a Cocorotico y a Leonor Bernabó en las riberas del río. Nuestra poetisa dibujó con su pluma a la hermosa palmera en San Felipe:
“Aquí la altiva mapora
tiende sus palmas al aire
y las mece con donaire
el viento murmurador…”
Esta escena poética citada en la crónica “Tomasico y Leonor” de Manuel Rodríguez Cárdenas se parece al atardecer en la Avenida Yaracuy de San Felipe, que exhibe una hilera de maporas avivadas por la brisa de El Chimborazo. Es Rodríguez Cárdenas quien presenta a Leonor, en su trabajo “El Yaracuy, semblanzas y recuerdos”, como “…la mujer que se queda desde niña hasta vieja oficiando como una vestal entre la paz de su hogar, viendo columpiarse las maporas de la Plaza Bolívar de San Felipe…”
Frente a ese simbólico lugar de San Felipe, la Plaza Bolívar, está el palacio de las maporas. Ahí “las copas de las maporas se veían agitadas y echadas a un lado por el viento…” como diría Julio Garmendia. De allí fuimos a la Plaza Trinidad Figueira a disfrutar de la frescura del río Yurubí, del verdor de la Avenida La Paz y de El Oasis de San Felipe bajo las maporas.
Seguimos juntos, la memoria y yo, recreándonos en los lugares de la mapora. De San Felipe vamos a Guama. Subiendo por la Calle Bolívar nos detienen las cinco maporas que embellecen la fachada de la Biblioteca “Elisio Jiménez Sierra” de la Universidad del Yaracuy. En ese momento la memoria leyó parte del “Canto a San Felipe” del poeta elogiado por Octavio Paz nacido en Atarigua estado Lara- “y las palmeras con sus claros nombres de corozo, mapora y albarico”- que me regaló Freddy Castillo Castellanos. Entré a la biblioteca y leí en la antología de poetisas yaracuyanas “Rio de Voces” el poema “Guama” de Carmen Fidencia López:
“Tiene lindas maporas en que se alarga
la luz primera que la mañana expande
un miquirebo que embrujarte arde
y de inmensa belleza nos embriaga”.
Así como en San Felipe en Guama la mapora también es poesía. En la geografía física de Yaracuy la mapora tiene un sitial honorable entre los árboles del pueblo. Si la gloria del Líbano son sus cedros la gracia de Yaracuy son sus maporas. Más allá de Guama visitamos un grandioso lugar llamado “Las Maporas”, ubicado entre las montañas al nor-oeste del municipio Arístides Bastidas. Allí las monumentales maporas y El Chorro de Agua Dulce crean un asombroso ambiente natural.
La mapora es un patrimonio autóctono, histórico y cultural que engalana a Urachiche. En esta tierra de caquetíos y ayamanes conocí al cronista Eligio Antonio Ruiz. Él me presentó a “Orachiche” como una “encantadora tierra de maporas y trapiches” y compartió conmigo otros “Aspectos Relevantes del Municipio Urachiche” en su casa.
Terminamos el fraterno viaje de verdor y recuerdos leyendo un fragmento de “Esto ya fue una vez” de Juan Liscano en la Plaza Bolívar de Yaritagua, mientras la congregación de maporas cantaba a Yaracuy con sus palmas en el cielo:
“Las tribus de cocales y maporas,
las dispersas familias de coquillos,
la noble casa de las palmas reales…”
miércoles, 20 de mayo de 2015
Recuerdos de un sismo en San Felipe
Por: Amir Jireh
El reloj marca las tres y media de la tarde en San Felipe, ciudad capital del estado Yaracuy del Centro Occidente de Venezuela. Es día de descanso, sábado 12 de septiembre de 2009. Desde el barrio “La Mosca” se ve el cielo nublado. Una ligera brisa se pasea por el norte de San Felipe. Las maporas sanfelipeñas se mecen suavemente. Kimberlin, Edimar y yo estamos en la segunda planta de la casa conversando. Disfrutamos en familia el acostumbrado café con pan dulce de la tarde. Abajo está Ángel Rafael con su nieto mirando los pájaros. Caracas está siendo azotada por torrenciales aguaceros, vientos huracanados, descargas eléctricas y granizo. Lassy, la perrita blanquinegra, va de un lado a otro correteando sin descanso. De repente, luego de las tres y media de la tarde, empezó a gemir la tierra y un sismo de 6.2 grados de magnitud en la escala de Richter nos hace tambalear.
El temblor alcanzó una duración aproximada entre 25-30 segundos y se sintió principalmente en Caracas, Miranda, Falcón, Aragua, Zulia, Carabobo, Lara, Portuguesa y Yaracuy. Gemidos subterráneos indescriptibles se apoderaron de la ciudad y el movimiento telúrico quedó escrito en la memoria. Todos corremos, bajamos las escaleras de la casa con la fuerza palpitante del alma. Kimberlin está llamando, buscando desesperamente a Lassy, pero la perra bajó antes que nosotros. El portón de la casa de Don Jesús Yánez es sacudido y suena bruscamente casi hasta reventar.
En segundos la Calle Country Club estaba llena de vecinos contando y lamentando lo sucedido. Cada quien se expresa desde la sensibilidad sanfelipeña. Unos fueron sorprendidos en la cama, otros estaban en el baño y muchos transitaban por las calles del pueblo. Las principales avenidas de la ciudad están abarrotadas, la gente prefirió salir de sus casas luego del terrible sacudón. En la Quinta Avenida y en la Avenida Caracas las personas conmovidas cuentan cómo se movió el edificio más alto de Yaracuy con el sismo más intenso de Venezuela en el año 2009. En ese edificio, construido en los años 80, es donde funcionan las oficinas principales de la Gobernación del Estado Yaracuy.
Hoy miré a San Felipe en el sismo. Vi su historia en el ocaso. Recordé el pasado y comprendí el presente telúrico de San Felipe extendido hacia el futuro. En milésimas de segundos llegó a mi mente “La catástrofe de 1812” y Don Arístides Rojas, a quien conocí, en el liceo de San Felipe que lleva su nombre, donde tuve el honor de hacer estudios de bachillerato. Con él me acerqué al terremoto de aquel Jueves Santo que dejó la antigua ciudad colonial devastada y aproximadamente tres mil víctimas solo en San Felipe. El terrible sacudón dejó represado el río Yurubí. Genaro Zumeta apuntó el 26 de marzo de 1912 en el semanario “Recortes” de San Felipe en su escrito “1812, tristes remembranzas” que:
“…el río Yurubí había dejado de correr en lo absoluto (...) En la noche del 29 al 30 de marzo cayó un copiosísimo aguacero, y al amanecer oíase un ruido fuerte en la cercanía del Yurubí, que llenó de pavor a la gente. Las aguas de este río, paralizadas en su corriente por el terremoto, rebalsaron y rompieron los diques que las contenían. Salieron de madre inundándolo todo. Las calles cubiertas de escombros no daban pase a las aguas, que se desparramaron causando daños y algunas víctimas…”
El imponente Yurubí reclamó su cauce. Bajó con la fuerza del cielo. Este relato de Zumeta me hace recordar el 04 de julio de 2004 cuando la quebrada Guayabal desbordó El Cerrito y La Mosca de San Felipe arrastrando todo lo que consiguió a su paso, incluyendo dos vidas humanas y la niña de dos años, que nunca se consiguió.
El turbulento septiembre invita al reencuentro con el lugar y su historia, el paisaje y su gente. En la primera página de septiembre de 1530 está el primer terremoto registrado en Venezuela. El cronista de Indias, Antonio de Herrera y Tordesillas lo detalló así:
“…la tierra se abrió por muchas partes, por donde manaba agua salada y negra como tinta, que hedía a piedra azufre y la sierra del golfo de Cariaco quedó abierta por medio, dejando hecha un abra: cayeron muchas casas, murió mucha gente ahogada y espantada y tomada de los terremotos”.
El 29 de septiembre de 1886 también se registró un temblor a las dos y veinte de la mañana en Nirgua. Mientras la memoria viaja por los estudios sismológicos de Melchor Centeno Graü la ciudad de San Felipe sigue inquieta, la gente está alarmada en la calle. En este instante, a las cuatro de la tarde, se está produciendo la primera réplica. Esta vez la intensidad es de 4 grados de magnitud en la escala de Richter.
¡Septiembre de mi vida, septiembre de temblores indecibles¡
Expectante y tembloroso sigo pasando las páginas del recuerdo. San Felipe y yo velamos. Este temblor no es ni el primero ni el último. El 15 de diciembre de 1865 un temblor visitó a San Felipe a las cuatro y cincuenta de tarde. Luego, el 01 de mayo de 1913, a la una y treinta de la tarde tembló en Aroa y Barquisimeto. El 26 y 27 de julio y el 03 de agosto de 1915 le tocó a Yaritagua. Nuevamente Nirgua siente un suave temblor el 12 de diciembre de 1915. El 13 de febrero de 1916 volvió a temblar en Yaritagua. El 24 y 25 de octubre del mismo año, además de sentirse en Yaritagua, también se sintió el temblor en San Felipe. El 12 de octubre de 1917 a las dos y treinta de la mañana tembló en Nirgua con ruidos subterráneos.
La lista de temblores en Yaracuy es larga como esta noche de alarmas y recuerdos. El 16 de marzo de 1929 vuelve a temblar en Yaritagua y San Felipe a las tres y treinta de la mañana. El 01 de mayo de 1931, a las seis y diez de la tarde, se sintió un temblor en San Felipe y en casi todo el país. El 11 de julio de 1933 tembló en Aroa y Urachiche en horas de la noche. El 12 de marzo de 1943 a las cuatro y cuarenta de la tarde se registra un sismo en Campo Elías estado Yaracuy. Ese mismo año desde el 03 hasta el 24 de octubre se sintieron más de 44 sismos en el estado Yaracuy con ruidos subterráneos y vientos muy fuertes. En Farriar, Palmarejo y Agua Negra los sismos fueron fuertísimos y se agrietaron paredes de casas.
En estas tierras de Dios ha temblado, tiembla y temblará. Muchísimos movimientos telúricos han conmovido a Yaracuy. Ya está amaneciendo y la noticia principal del Yaracuy al Día es “Alarma en Yaracuy por sismo de 6.2 grados”. Al rayar el alba del 13 de septiembre, en víspera de mi cumpleaños, estoy ávido de conocer la tierra que me vio nacer bajo la lluvia.
El reloj marca las tres y media de la tarde en San Felipe, ciudad capital del estado Yaracuy del Centro Occidente de Venezuela. Es día de descanso, sábado 12 de septiembre de 2009. Desde el barrio “La Mosca” se ve el cielo nublado. Una ligera brisa se pasea por el norte de San Felipe. Las maporas sanfelipeñas se mecen suavemente. Kimberlin, Edimar y yo estamos en la segunda planta de la casa conversando. Disfrutamos en familia el acostumbrado café con pan dulce de la tarde. Abajo está Ángel Rafael con su nieto mirando los pájaros. Caracas está siendo azotada por torrenciales aguaceros, vientos huracanados, descargas eléctricas y granizo. Lassy, la perrita blanquinegra, va de un lado a otro correteando sin descanso. De repente, luego de las tres y media de la tarde, empezó a gemir la tierra y un sismo de 6.2 grados de magnitud en la escala de Richter nos hace tambalear.
El temblor alcanzó una duración aproximada entre 25-30 segundos y se sintió principalmente en Caracas, Miranda, Falcón, Aragua, Zulia, Carabobo, Lara, Portuguesa y Yaracuy. Gemidos subterráneos indescriptibles se apoderaron de la ciudad y el movimiento telúrico quedó escrito en la memoria. Todos corremos, bajamos las escaleras de la casa con la fuerza palpitante del alma. Kimberlin está llamando, buscando desesperamente a Lassy, pero la perra bajó antes que nosotros. El portón de la casa de Don Jesús Yánez es sacudido y suena bruscamente casi hasta reventar.
En segundos la Calle Country Club estaba llena de vecinos contando y lamentando lo sucedido. Cada quien se expresa desde la sensibilidad sanfelipeña. Unos fueron sorprendidos en la cama, otros estaban en el baño y muchos transitaban por las calles del pueblo. Las principales avenidas de la ciudad están abarrotadas, la gente prefirió salir de sus casas luego del terrible sacudón. En la Quinta Avenida y en la Avenida Caracas las personas conmovidas cuentan cómo se movió el edificio más alto de Yaracuy con el sismo más intenso de Venezuela en el año 2009. En ese edificio, construido en los años 80, es donde funcionan las oficinas principales de la Gobernación del Estado Yaracuy.
Hoy miré a San Felipe en el sismo. Vi su historia en el ocaso. Recordé el pasado y comprendí el presente telúrico de San Felipe extendido hacia el futuro. En milésimas de segundos llegó a mi mente “La catástrofe de 1812” y Don Arístides Rojas, a quien conocí, en el liceo de San Felipe que lleva su nombre, donde tuve el honor de hacer estudios de bachillerato. Con él me acerqué al terremoto de aquel Jueves Santo que dejó la antigua ciudad colonial devastada y aproximadamente tres mil víctimas solo en San Felipe. El terrible sacudón dejó represado el río Yurubí. Genaro Zumeta apuntó el 26 de marzo de 1912 en el semanario “Recortes” de San Felipe en su escrito “1812, tristes remembranzas” que:
“…el río Yurubí había dejado de correr en lo absoluto (...) En la noche del 29 al 30 de marzo cayó un copiosísimo aguacero, y al amanecer oíase un ruido fuerte en la cercanía del Yurubí, que llenó de pavor a la gente. Las aguas de este río, paralizadas en su corriente por el terremoto, rebalsaron y rompieron los diques que las contenían. Salieron de madre inundándolo todo. Las calles cubiertas de escombros no daban pase a las aguas, que se desparramaron causando daños y algunas víctimas…”
El imponente Yurubí reclamó su cauce. Bajó con la fuerza del cielo. Este relato de Zumeta me hace recordar el 04 de julio de 2004 cuando la quebrada Guayabal desbordó El Cerrito y La Mosca de San Felipe arrastrando todo lo que consiguió a su paso, incluyendo dos vidas humanas y la niña de dos años, que nunca se consiguió.
El turbulento septiembre invita al reencuentro con el lugar y su historia, el paisaje y su gente. En la primera página de septiembre de 1530 está el primer terremoto registrado en Venezuela. El cronista de Indias, Antonio de Herrera y Tordesillas lo detalló así:
“…la tierra se abrió por muchas partes, por donde manaba agua salada y negra como tinta, que hedía a piedra azufre y la sierra del golfo de Cariaco quedó abierta por medio, dejando hecha un abra: cayeron muchas casas, murió mucha gente ahogada y espantada y tomada de los terremotos”.
El 29 de septiembre de 1886 también se registró un temblor a las dos y veinte de la mañana en Nirgua. Mientras la memoria viaja por los estudios sismológicos de Melchor Centeno Graü la ciudad de San Felipe sigue inquieta, la gente está alarmada en la calle. En este instante, a las cuatro de la tarde, se está produciendo la primera réplica. Esta vez la intensidad es de 4 grados de magnitud en la escala de Richter.
¡Septiembre de mi vida, septiembre de temblores indecibles¡
Expectante y tembloroso sigo pasando las páginas del recuerdo. San Felipe y yo velamos. Este temblor no es ni el primero ni el último. El 15 de diciembre de 1865 un temblor visitó a San Felipe a las cuatro y cincuenta de tarde. Luego, el 01 de mayo de 1913, a la una y treinta de la tarde tembló en Aroa y Barquisimeto. El 26 y 27 de julio y el 03 de agosto de 1915 le tocó a Yaritagua. Nuevamente Nirgua siente un suave temblor el 12 de diciembre de 1915. El 13 de febrero de 1916 volvió a temblar en Yaritagua. El 24 y 25 de octubre del mismo año, además de sentirse en Yaritagua, también se sintió el temblor en San Felipe. El 12 de octubre de 1917 a las dos y treinta de la mañana tembló en Nirgua con ruidos subterráneos.
La lista de temblores en Yaracuy es larga como esta noche de alarmas y recuerdos. El 16 de marzo de 1929 vuelve a temblar en Yaritagua y San Felipe a las tres y treinta de la mañana. El 01 de mayo de 1931, a las seis y diez de la tarde, se sintió un temblor en San Felipe y en casi todo el país. El 11 de julio de 1933 tembló en Aroa y Urachiche en horas de la noche. El 12 de marzo de 1943 a las cuatro y cuarenta de la tarde se registra un sismo en Campo Elías estado Yaracuy. Ese mismo año desde el 03 hasta el 24 de octubre se sintieron más de 44 sismos en el estado Yaracuy con ruidos subterráneos y vientos muy fuertes. En Farriar, Palmarejo y Agua Negra los sismos fueron fuertísimos y se agrietaron paredes de casas.
En estas tierras de Dios ha temblado, tiembla y temblará. Muchísimos movimientos telúricos han conmovido a Yaracuy. Ya está amaneciendo y la noticia principal del Yaracuy al Día es “Alarma en Yaracuy por sismo de 6.2 grados”. Al rayar el alba del 13 de septiembre, en víspera de mi cumpleaños, estoy ávido de conocer la tierra que me vio nacer bajo la lluvia.
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