domingo, 4 de julio de 2010

El cronista y la ciudad

La vida, la historia, la humanidad, la subjetividad del pueblo se expresa desde el merecido arte del cronista, quien nos sensibiliza con el sentido originario de la identidad y la memoria de una comunidad, de una ciudad, de un país…

Mientras pienso en voz alta esas palabras, se hace presente la poesía, está llegando el poeta de Carora, está invitando a atrapar los instantes, vivir el afecto, ser fieles a la memoria e iniciar el viaje poético. Es que Luis Alberto Crespo, llegó a la clase del Diplomado Gilberto Antolínez para la formación de Cronistas del siglo XXI, que ofrece la Universidad Nacional Experimental del Yaracuy (UNEY) en sinergia con la Casa Nacional de las Letras Andrés Bello, manifestando que “La responsabilidad de un cronista es preservar a Venezuela (…) Venezuela está en el viejito, el artesano…” y emotivamente continuó diciendo: “necesitamos que Venezuela tenga soberanía cultural, tenga memoria”.

Y, ¿Qué tiene que ver la crónica con la poesía?

El cronista de San Antonio de Los Altos, tiene la palabra:

“Un poema es una crónica espiritual. La poesía es una crónica desde Homero hasta aquí”.

El trabajo amoroso de Antonio Trujillo abrió las puertas a la oralidad, valoró la fe en la palabra del otro, permitió que el oído escribiera y, hasta los pájaros volaron, cuando expresó: “La crónica también es para defender un país”.

Pues, el cronista fomenta el reconocimiento del patrimonio, con arraigo y trascendencia, desde las comunidades. Le incumbe concienciar la identidad del pueblo desde sus valores culturales, porque el cronista, en voz de Wilfredo Bolívar, “es una especie de conciencia de la ciudad, un defensor del patrimonio”.

Por eso, ser cronista es comprometerse con íntegra devoción con la memoria de la ciudad y hacer, desde la palabra, que la comunidad viva el sentido y el valor cultural de su voz.

En este sentido, el maestro Freddy Castillo Castellanos ilustra:

“Así como el pincel de los pintores, la pluma del cronista puede salvar un lugar, una pequeña o gran parcela del olvido.”

Y, sigue diciendo: “Los cronistas tienen el reto de atender una mirada para salvar la memoria de sus lugares”

He allí el valor del cronista en la preservación de la comunidad, tal como lo concibió Arístides Medina Rubio al expresar que “el cronista es el preservador de la memoria y del patrimonio de su localidad”

El noble oficio del cronista nos conecta con el contexto original desde la cotidianidad y expresa el imaginario social, la vida, en su sentido más intrínseco, mostrando con pasión y espontaneidad los valores originarios de la sociedad. Para el cronista del municipio Carirubana estado Falcón, Guillermo de León Calles, los cronistas son “notarios de la cotidianidad”.

Que hable la cotidianidad. Que hablen los ríos, las piedras, los arboles. Que canten los pájaros, los mares, la lluvia. Que hablen las casas, las plazas, las calles. Que hable la madre tierra. Que hable la gente del pueblo.

El patrimonio cultural es el alma de las comunidades, es la esencia de la diversidad cultural. En él nos reconocemos como parte de una memoria histórica y, en consecuencia, parte de una sociedad.

El valor de Domingo Aponte Barrios, nuestro cronista de San Felipe, se evidenció en sus diligentes palabras: “El cronista va a ser el guía, el orientador de la ciudad”.

Ésta función del cronista debe estar respaldada por las instituciones competentes en materia patrimonial y, por supuesto, debe existir una política de estado coherente, que integré los distintos proyectos dirigidos a la comprensión de la ciudad.

Finalmente, es pertinente reflexionar que el cronista está llamado a:

Avivar, con su oficio, la esencia cultural que mueve a su pueblo. Conservar, con su sensibilidad, la vida patrimonial de la ciudad. Estimular, desde la palabra, la importancia de reconocer, recordar y recrear los valores ancestrales e históricos del pueblo. Provocar, con su búsqueda, la necesidad social de identificar, valorar y preservar la memoria cultural de la comunidad. Valorar la voz del pueblo, porque como dijera Enrique Bernardo Núñez “El pueblo mismo es el cronista por excelencia”.

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